La irrupción de un acontecimiento violento como el crimen, marca un hito en la temporalidad que una persona construye sobre su historia de vida y la de su barrio, es un antes y un después, que generalmente simplifica el mundo y la experiencia en dos categorías: pasado – presente; el bien contra el mal; la sociedad luchando contra el anti-social. El crimen como una experiencia fatídica es asociado a todo cambio desafortunado (aunque no haya una conexión clara): “no hay como visitar a la familia en la noche por no dejar la casa sola” “nunca salgo después de las cinco de la tarde”, “no hay nadie en el barrio que no haya sido asaltado”, “Los culpables son del barrio pobre, de la costa, son colombianos, peruanos, etc.”, todas éstas, son determinaciones absolutistas que terminan por performatear la realidad en su aparente intento de describirla, y donde se anclan proyectos políticos discriminatorios, demagógicos y totalitarios desde el poder.
Los productos que han resultado de nuestro trabajo, apuntan a problematizar la normalidad con que miramos el paisaje urbano y las practicas populares desplegadas contra el crimen, así como la incorporación de discursos hegemónicos de in-seguridad; en este sentido, nuestro trabajo de registro solo se activan en el dialogo con la gente.
En Cuenca y específicamente en el barrio “El Vecino” (Barrial Blanco) hemos sido testigos de un debate que ejemplifica la situación de muchas otras ciudades del Ecuador: Mientras que las “Brigadas Barriales” proponen una participación más activa de los ciudadanos dentro de organizaciones comunitarias políticas de alerta y defensa, su papel de ciudadanos civiles pierde perspectiva, las medidas de acción en contra de la inseguridad en este marco, censuran posibilidades de ocupación del espacio público afectando las premisas de democracia y los presupuestos ideales que proponía la modernidad al concepto de ciudad.
Para la X Bienal de Cuenca, nosotros hemos querido entender las particularidades de la gente hablando de su barrio, confrontando el hecho de su “mala fama”, y en el acto de hablar encontrar la posibilidad de volver a pensarnos.
El Bloque
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